El fenómeno de la Violencia Laboral

En este tiempo, estamos frente a un cambio paradigmático en el orden de lo social, más específicamente en el mundo del trabajo y de los riesgos sociales que conlleva.


El mundo laboral, que viene rigiéndose desde hace siglos, o milenios, por cierto
“principio de autoridad” que es incuestionable, que está configurado de forma piramidal en el orden organizacional y que es causa de grandes abusos de poder dentro de una cultura organizacional, está siendo sacudido por una inmensa ola de denuncias.


Ha venido creciendo, lentamente en sus comienzos y aceleradamente en los últimos tiempos, un fenómeno social que está rompiendo, desde dentro, este paradigma que se vuelve cada día menos eficaz para resolver las cuestiones relacionales en el mundo del trabajo.


El maltrato, la violencia y el acoso laboral, siempre han existido; lo nuevo es la
emergencia de un fenómeno que está rompiendo las barreras de la represión y ha comenzado a emerger en Quejas, Denuncias y Demandas Judiciales, ya sean laborales, civiles o penales. Son, quienes están en la base de las pirámides poblacionales los que impulsan los cambios sociales; los fenómenos sociales que tienden a cambiar los status quo siempre se producen de forma ascendente en las pirámides de población.

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Siempre ha sido así, históricamente los cambios sociales van de abajo hacia arriba, rompiendo las resistencias de quienes se encuentran en la parte superior de la pirámide que reaccionan de forma virulenta para no perder sus privilegios.

La base de la pirámide, en este caso, está formada por todos aquellos que están activos en el mundo laboral; ya sean trabajadores asalariados, como quienes laboran de forma independiente en oficios y hasta en profesiones muy prestigiosas, tanto en el ámbito de lo público como de lo privado.

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La violencia en el mundo del trabajo no ha hecho distinciones de clases
socioeconómicas, ni de ingresos, ni de especializaciones; ha atravesado a todos aquellos que se encuentran formando parte de una organización en la que hay un grupo que ostenta el poder.


La desnaturalización del maltrato, la violencia y el acoso laboral es un fenómeno
emergente que ha comenzado y ya no parará; le pese a quien le pese. Por ende, debe descartarse la idea de que se trata de una “moda” denunciar violencia en los ámbitos laborales, no lo es, sino que es la visibilidad que están adquiriendo las prácticas de abuso y de violencia en los ámbitos de trabajo.
Enhorabuena; todo lo que no está visibilizado “no existe”.


Quienes se han puesto a la vanguardia de estos cambios sociales son los que han sufrido los mayores daños. Y, quienes ven amenazados sus privilegios están reaccionando, y están reaccionando con más violencia. Esto es lo esperable, pues quienes manejan el status quo de una organización, en muchísimos casos, no son más que esto; violentos, y eso es lo único que saben hacer.


El modelo de organización laboral imperante es piramidal y autoritario y está atravesado por la ideología del Capitalismo, por tanto, quienes han llegado a ocupar cargos de poder dentro de las organizaciones son personas que le son funcionales a estas culturas organizacionales.


No habría violencia laboral si las organizaciones no lo permitieran; es la cultura
organizacional la que fomenta o inhibe las conductas de quienes participan en ella. Aquellos que han llegado a puestos de dominio y jerarquía en este tipo de
organizaciones, son individuos con severos déficits en el proceso de socialización, especialmente de socialización primaria, y se encuentran fuera de los rangos normales de socialización, o sea, son aquellos que si bien conocen las normas, las incumplen o no les importa cumplirlas porque han desarrollado personalidades anormales, con trastornos estructurales relacionados a la sociopatía, el narcisismo, la psicopatía y todas las englobadas por lo que en Psicología se denomina La Tríada Oscura de la Personalidad.


Ávidos de poder y con rasgos perversos en su estructura personal, han sido funcionales a los principios organizacionales y han llegado hasta donde llegaron a base de conductas antisociales, violentas e inescrupulosas. Pero, no han tenido reparos en sus acciones y son esas mismas las que hoy los tiene en tela de juicio y en boca de la opinión pública.


Hace varios años que la Organización Mundial de la Salud viene señalando los altos índices de morbilidad y mortalidad que la violencia laboral provoca en el mundo; hoy se estima que alrededor del 15% de los suicidios en el mundo tienen como causa primaria o coadyuvante a la violencia laboral.


Ni qué decir de la vastedad de enfermedades psicofísicas que la violencia laboral provoca en el corto, mediano y largo plazo, algunas de ellas muy graves y muchas de ellas irreversibles.


Por recomendación de la ONU, en el año 2019 se produjo en Ginebra una Convención de la Organización Internacional del Trabajo de la que surgió el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo Contra el Acoso y la Violencia Laboral.


En él se dan numerosas pautas de acción y se invita a todos los países miembros de la ONU a ratificarlo, a hacerlo cumplir en sus territorios nacionales y a legislar contra el Acoso y la Violencia Laboral en cuanto a Prevención, Investigación, Sanción y Erradicación de conductas violentas en el mundo laboral.


Muchos países a nivel mundial ya lo han ratificado, entre ellos Argentina, pero los Proyectos de Ley, que los hay, no han salido de los cajones de los escritorios de la Cámara de Diputados.


Es verdad que una ley, por sí misma, no alcanzará para cambiar las cosas, pero, ofrecerá un marco legal para el accionar del Poder Judicial.


El resto del trabajo ya lo estamos haciendo los actores sociales, que denunciamos, que demandamos, que visibilizamos; en especial las mujeres, que son consideradas por el Convenio 190 de la OIT como población de riesgo en materia de violencia laboral.


Es cierto que la violencia y el acoso laboral no hace distingo de sexo ni de género, pero no es menos cierto que el percentil afectado es abrumadoramente mayor en el género femenino.


Las cosas cambiarán, ya no hay retorno, pero habrá que luchar al igual que por otros derechos; detrás de todo derecho adquirido hubo una lucha social.
En este caso, habrá que luchar porque el ir a trabajar no enferme ni mate, por ambientes laborales libres de violencia y porque al trabajo vayamos a ganarnos la vida, no a perderla.


Habrá que romper el molde que nos fundó y hacernos cargo del tiempo, que nos tocó.

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